Nacimiento del día.
Helios recorre el cielo montado en un carro arrastrado por corceles alados y velocísimos, llamados Pirunte, Éeo, Aetón y Flegonte.
Es ante todo el servidor de Zeus, todos los días emprende para él una carrera en el cielo, precedido por la Aurora. Aparece cada mañana por oriente montado en un carro de fuego tirado por caballos luminosos aureolada su cabeza de rayos de oro.
Helios recorre el cielo montado en un carro arrastrado por corceles alados y velocísimos, llamados Pirunte, Éeo, Aetón y Flegonte.
Es ante todo el servidor de Zeus, todos los días emprende para él una carrera en el cielo, precedido por la Aurora. Aparece cada mañana por oriente montado en un carro de fuego tirado por caballos luminosos aureolada su cabeza de rayos de oro.
Atraviesa así el cielo hasta llegar al caer la tarde al océano, donde sus caballos se bañan. Durante la noche recorre a bordo de una barca el océano que rodea el mundo.
Nada de lo que sucede en el universo escapa a su mirada. Puede, por tanto, revelar a Hefesto los amores adúlteros de su esposa Afrodita, con el belicoso Ares o informar a Deméter de que Hades ha raptado a su hija Perséfone. Pero su poder es limitado y está obligado a pedir ayuda a Zeus para vengarse; así cuando los compañeros de Ulises devoraron a algunos de los espléndidos bueyes blancos que sus hijas cuidaban, tuvo que ser Zeus quién castigara a los culpables fulminándolos con sus rayos.
La Aurora, mensajera del sol, precede al nacimiento del día.
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