La isla tiberina se encuentra ubicada en el río Tíber, en el trecho que atraviesa Roma, cerca de la colina de Capitolina.
Existe una leyenda que narra que luego de la caída del rey Lucio Tarquino el Soberbio, el pueblo romano arrojó el cuerpo de éste en el punto del Tíber donde luego surgiría la isla, ya que sobre él se habrían ido acumulando arena y sedimentos que traía el río.
Debido a sus oscuros orígenes, la isla tiberina era un lugar de mala fama y estaba considerada por los romanos como un lugar de malos augurios.
La forma de la isla, que como anteriormente mencionado semeja a la de una barca, es casi todo lo que queda del gran templo que alberga.
Se cuenta que en el 239a.C, la peste azotó Roma. Luego de haber de haber consultado los Libros Sibilinos, el senado Romano decidió contruir un templo dedicado a Esculapio, y al mismo tiempo organizó una delegación para obtener la estatua del dios.
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